Las azadas han vuelto, las azadas nunca se fueron, las
azadas cavan de nuevo, con fuerza, con determinación, este huerto no ha
terminado. Todavía quedaban plantas que poner, eso sí, esta sí es la
definitiva.
Contra todo pronóstico, contra nosotros mismos, seguimos
abriendo una tierra dura, una tierra adormecida. Ha habido varias batallas este
año en fuente del prao, pero la guerra continúa, el trabajo del huertero es
constante, de a poco, pero con la constancia como lema. Además, un huertero
nunca se rinde.
De nuevo, como la primera vez, como otras dos veces más,
abrir camino, separar cosped, y remover el terreno, sacho y azadón para
remover. Trabajamos al unísono, uno quita, el otro excava. Así una y otra vez,
los Hermanos J no se rinden, ni se rindieron con el estanque, ni mucho menos
ahora.
El calor de la tarde nos martillea lenta pero
insistentemente y nos recuerda que nos queda un largo camino por delante.
Camino, en el que como todos, siempre hay pequeños remansos
de paz.
Azada y paz, paz y lechugas.
Au, Au Auuuuu.
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